martes, marzo 31, 2009

La noticia tardará en volverse tolerable...

Una precisión como la de Walsh podría hacer falta ahora mientras otro “viejo” de la historia pasa a nuestra extraña inmortalidad. ¿Es creíble el desconsuelo de mucha gente alrededor de Alfonsín? No tanto. O sí. Recordemos esta pieza genial. Alfonsín tuvo un dudoso mérito para los demócratas de hoy: abrió todas las ventanas, todas las que fueran posibles. Invirtió su "buena voluntad" presidencial en un paisaje de acumulaciones sociales, y migró de lo posible a un posibilismo conservador. Quiso dar cauce a todos los temas: su crisol de razas incluye el juicio a las juntas, la CONADEP, la ley de divorcio, el congreso pedagógico, el conflicto del Beagle, las cajas PAN, la ley de Punto Final, la ley de Obediencia Debida, la fracasada ley Mucci, los saqueos y la híper inflación, la capital en Viedma, el austral, el plan Primavera, etc. Pecó de muchos “excesos democráticos” condenables para la prosa contemporánea. Y también, a la larga, condujo una experiencia sin sujeto. Quiso forzar al país a entrar en la dialéctica democracia – autoritarismo, y el país hacía agua por los cuatro costados de esa dialéctica. Había que entrar a la democracia. Y la democracia era una casa. Así como la economía, era economía de guerra. En esa convocatoria "encubierta", aquella noche de abril de 1985, precisamente, cuando llamó a la plaza para una cosa y por debajo asomó el lobo, también dijo algo, un pequeño apartado, que tuve la suerte de ver en un archivo recientemente: habló de la tortura, de la tortura a secas, en una plaza llena, y con esa base de chicos con chomba morada, estudiantes de Derecho, comités de Caballito, etc., frente a toda esa nueva decencia civil que cortó "lo que la espada no pudo", habló de tortura, de que se "había terminado de cuajo con la tortura", decía, porque ahora se iba a igualar la condición del torturador con la del homicida. Detrás suyo estaba De la Rúa, mudo, frío, sin aplaudir. De la Rúa era la presencia sombría y centenaria, parroquial y estanciera, de un partido que no estaba a la altura de su hombre, y de un hombre que no estaba a la altura de su retórica, y una retórica desorbitada de un país real. Y todo eso fue necesario. Usó esa plaza para hablar de la economía de guerra, es cierto, pero esas dos igualdades perturbaron la escena; la de la economía con la guerra, y la del torturador con el homicida. Alfonsín fue un blanqueo y una forma jurídica de volver a nombrar las cosas, y con la fe hermética en que esa lengua, mezclada a la saliva caudillesca, iba a sintetizar las aspiraciones sociales con las institucionales. ¿Se siguió torturando en la Argentina? Se hizo, se hace y se hará siempre. ¿Y la economía? Se "desangró", como pronosticó, y para lo que no tuvo remedio, ni muchos menos. La autopsia que viene, deberá repasar la letra chica también del pacto de Olivos. Todas esas negociaciones y pactos, por los que fue histórico, por los que fue condenado. Ni la historia ni el pueblo lo absolverán, porque quizás la historia es un juicio sin sentencia, permanente, y el pueblo, el pueblo, quizás no existe mas.

(La historia de mi familia tiene un cruce singular y puntual con quien acaba de morir. Alcanza para una tenue objetividad. Ayudó a proteger algunas vidas que amo. Humildemente es un dolor su pérdida. Se vienen días de alfonsinismo asfixiante, y ya uno imagina las operaciones miserables alrededor del "demócrata". Y la "ola" democratizadora servirá para contrastar la "tiranía K". Nosotros preferimos pensar en la obsesión de este tiempo: cerrar muchas de las ventanas abiertas, o sea, pagar las deudas internas. El juego en que andamos.)

jueves, marzo 26, 2009

Operación triunfo

Mientras pelotudeo en internet esperando que empiece Pells, escucho de fondo a Marley presentar el ensayo de los chicos de una canción elegida bajo la consigna de esta semana: cantar canciones que fueron prohibidas por la dictadura que comenzó hace 33 años.

Ibarra y la lógica del sobreviviente.

"De Aníbal Ibarra pueden decirse muchas cosas, pero una ineludible debería destacar sus virtudes para sobrevivir a toda coyuntura política. Y hablamos de coyunturas que se han tragado a figuras políticas de primera línea, como al triste De La Rúa".

Ibarra se siente “autónomo” del kirchnerismo, así se define. Ni opositor, ni oficialista, una libélula que flota y elige una identidad según lo marquen los tiempos, con el peso de su sello: Ibarra.

Ibarra sospecha que hay un voto casi kirchnerista, pero que se espanta ante la “pejotización” del gobierno, que se encarga de acentuar. Pero Ibarra, para algunos, como los del movimiento Barrios de Pie, está a la izquierda de Kirchner. ¿Ignora este Barrios de Pie los posicionamientos públicos de Ibarra frente a los dos conflictos frontales mas importantes del kirchnerismo: el del campo y el de Clarín? Ambos conflictos encontraron a un Ibarra displicente, asegurándose una posición neutral, dialoguista, con sus críticas formales a los modos kicrchneristas.

Los Barrios de Pie, que se reivindican algo así como el “chavismo argentino”, hallan en Ibarra el objeto de su deseo electoral porteño, compartiendo con él su crítica directa a la normalización partidaria del PJ. Justo cuando esa “normalización” coincidió con la escalada kirchnerista que, para bien o para mal, con errores o no, signó nuevamente al campo político bajo este paradigma: a la izquierda de Kirchner, el abismo. Digámoslo claramente: Ibarra no fue kirchnerista cuando se necesitaba serlo. Y encontró el chivo expiatorio pejotista cuando creyó que la larga luna de miel del kirchnerismo con la sociedad estaba acabada.

De Aníbal Ibarra pueden decirse muchas cosas, pero una ineludible debería destacar sus virtudes para sobrevivir a toda coyuntura política. Y hablamos de coyunturas que se han tragado a figuras políticas de primera línea, como al triste De La Rúa. Su ingreso a la política se remonta al sistema de importaciones que diseñó Chacho Álvarez para los años ’90. Atraer a la política gente de ética intachable como Graciela Fernández Meijide, que desde los derechos humanos y la justicia independiente, oxigenaban la lógica corporativista y mafiosa declarada por el Chacho. Chacho sabía que adentro de la política no podía juntar a mas de 8, y conocía de cerca las dificultades de cartel de construir política con alguien que cree que tiene el bronce ya ganado, como Pino Solanas, cuyo enemigo principal es su propio ego. El mismo Menem, artífice del clima política de esa década, acusaba recibo de esta misma asfixia, aunque su estilo de importación de figuras trascendía las fronteras “virtuosas” del Chacho, y se trasladaba a un horizonte mas, diríamos, farandulero. Simplemente había que ser popular, y estar vacío de una ideología política clara, para empezar a ser menemista. Claro que los resultados en Menem fueron, a la larga, mas exitosos y duraderos: Reutemann y Scioli hoy son dos figuras decisivas del tablero político, y no precisamente carentes de ideología. (Hay quien asegura haber oído de boca del propio Kirchner destacar las lealtades de Scioli, en comparación con tantos que se dicen “cumpas”.)

Pero Ibarra no sólo sobrevivió al Frepaso, no sólo sobrevivió a la Alianza, sino que también sobrevivió a esa transición y hoguera del 2001/2002, cosechando buenas y amables relaciones con Duhalde (¿por qué no?), para finalmente encarnar frente a Macri en el 2003 la batalla con viento de cola kirchnerista que congeló por cuatro años las ansias del Pro. ¿Qué es lo que hizo que ninguna coyuntura arrastrara su suerte? Y, en todo caso, ¿cómo hizo para sobrevivir a lo mas grave de todo, a la tragedia de Cromañón (que lesionó trágicamente una de las pocas banderas perpetuas del progresismo, la transparencia institucional)? Me jugaría por pensar no uno sino varias de sus “perfiles”: por un lado, su visión absolutamente localista de la política, su afinidad con el sentido común progresista porteño (bastante vaporoso a la hora de afincarse en lealtades duraderas), su buena oratoria (aprendida en las filas del Partido Comunista argentino) capaz de articular en el relato su centralidad frente a los avances y retrocesos progresistas de la política, y que le brinda la capacidad de hacer creer en lo inevitable de su figura a la hora de dar potencia a cualquier fórmula progresista. Por otro lado, su decisión de ser liviano, de no ir a fondo, de no avanzar con ninguna decisión estructural que dañe su imagen blanda, de muchachito “del cole” que tiene responsabilidad institucional para no patear ningún tablero.

Ibarra patentó el progresismo, le dio al progresismo –diríamos- los límites de su genio y figura. Pero es así: una de las virtudes de un político es la de volverse ineludible. Un frondoso pasado izquierdista que destiñe cualquier sospecha colaboracionista con el “proceso”, un desempeño histórico que no lo compromete con lo peor de los años ’90, mas las virtudes conservadoras de un gestión, lo arrimarían –según muchos- al electorado porteño como la estrella de esta “noche” política. Digámoslo: Ibarra construyó un progresismo conservador. Y lo hizo por dos cosas: porque diseñó la idea de que le pertenece y porque en la cancha demostró no estar de acuerdo con lo que hace del kirchnerismo una izquierda real, en los vocablos conceptuales de Torcuato Di Tella. No cree en la riña contra el campo, no cree en la tensión con el grupo Clarín.

Alberto Fernández, orgánico lateral de este ibarrismo, siempre imaginó que la “política a la carta” del electorado porteño, díscolo por antonomasia al peronismo puro, debía contener su columna vertebral, tan vertebral como invisible, en el PJ porteño, pero con este ingrediente progresista que, a la larga, tapona figuras mucho mas audaces y capaces que merecen su oportunidad (como las que Ibarra tuvo, vaya si las tuvo).

Ibarra, así las cosas, es la figura conservadora codiciada por quienes no se terminan de animar a lo nuevo, a lo audaz, a lo que no asegura solamente triunfos efímeros y lealtades frágiles.

miércoles, marzo 25, 2009

Clarín y la vuelta del humor político. En algunas cosas leídas y oídas sobre la ausencia de humor político en estos años se da a entender la existencia de una decisión, una idea de tregua. Lo que no me gusta es que detrás del humor, aún en su mejor versión tatoboresca, y en su peor versión CQC, existe la idea de que en el fondo de la risa está nuestra moral. Son obvios los efectos del humor que se encarniza sobre los políticos. Esta idea del Humor frente al poder. Bueno, en Instrucción Cívica te enseñaban algo acerca de la decisión de la dictadura militar de no censurar a la revista Humor. Revista que tuvo el tino de extinguirse a medida que la democracia maduraba, cuando reírse empezaba a ser como escupir para arriba.

martes, marzo 24, 2009

A mi hermano Emiliano Quinteros

(¿Comunidad de Solentiname?)

“Una noche negra del mes de julio./ Se oye el canto triste de un pocoyo./ El relumbrar de miles de quiebra-platas/ parece una gran ciudad./ Pero no, es una noche en Solentiname.” (Elvis Chavarría)

Elvis vivo fue llevado a la isla de Solentiname,
Elvis vivo fue llevado a los brazos de Ernesto Cardenal,
Elvis aprendía las armas de la poesía “hasta la caída del sol”.
Y las otras armas bajo el sol oculto.
Elvis va al frente.
Elvis canta el sueño de una gran colimba americana.
Elvis vivo encapuchado, trasladado por la Guardia Nacional hasta el río Frío.
Uno puede oír aún en el sueño del agua
la orden de asaltar Managua. Uno cree que Elvis está vivo. Uno cree que Elvis está
vivo. Elvis está vivo.

La verdad obrera llega a youtube.
En un país donde no hay nadie menos trosco que un obrero.

domingo, marzo 22, 2009

Hay obreros conservadores y plutócratas revolucionarios. (R. Scalabrini Ortiz)

Hoy escuchaba a un compañero recordar una comparación temprana que había hecho en relación al incipiente kirchnerismo, decía que a él se le representaba mas parecido al yrigoyenismo que al peronismo, en el sentido de que el kirchnerismo también carece de sujeto. Y las bondades relativas de que quienes conducen a un proyecto político, corran tanto por izquierda a la sociedad, construye una dinámica demasiado superestructural, e, inversamente, tiende a acentuar el conservadurismo de sus propias bases. Algunos no sólo creemos que el kirchnerismo está a la izquierda de la sociedad, sino que la política está a la izquierda de la sociedad.

Pero hoy, el entrelazamiento total que las diversas oposiciones asumen a través de los medios con la expresión del sentido común anti-político, entierra su vaguedad discursiva: ahora mucha gente dice-lo-que-piensa. Volver al FMI, recetas de ajuste, mano dura, y la defensa explícita de "grupos concentrados", es el balbuceo cada vez menos balbuceante de una oposición que abona a darle al sentido común anti-político un carácter definitivamente anti-kirchnerista. Hacer política para la masa opositora significa tragarse todos los sapos de los discursos de disconformidad social y encolumnarlos contra el kirchnerismo. Hoy pensaba que aún la Alianza (proyecto por el que no me conmoví en su momento) estaba a la izquierda de lo que hoy es, digamos, su lugar histórico: la CC, los radicales y el socialismo. Claro, estaban frente a Menem. Hoy se sigue condenando el carácter institucionalista, formalista, de aquel discurso que, leído a diez años, y comparado con lo que hoy se propone como opción radical, es -por lo menos- reformista.

Sigamos: detrás de la avanzada anti-kirchnerista se esconde una concepción nuevamente anti-estatalista, justo cuando el mundo desempolva el óxido de los Estados. La operación opositora se precisa de esta manera: la sociedad sólo sufre las tensiones de lo que el gobierno le hace, y pareciera que las virtudes y los crecimientos innegables de estos años, sólo nos hablan de una sociedad que se sobrepone a las ataduras estatales, que cree en sí misma, que no la terminan de dejar crecer. Bajo la condena a las prácticas corruptas vuelve la sospecha social de que toda acción estatal, cualquier impuesto, nacionalización, regulación, etc., evade una verdadera trama de intereses, y encubre bajo los "principios de justicia" que podría tener un buen proyecto, una gestión oscura, tramposa. Digamos que hoy una manera de destruir el Estado es poner bajo sospecha la intención verdaderamente estatalista de las decisiones. Pensar al kirchnerismo, de nuevo, como en etapas de un saqueo. También funcionó esta crítica con los Derechos Humanos: lo hacen para tapar otras cosas, para encubrir sus giros a la derecha, para ¡acumular poder! Como si la propia materia delicada y trascendente de los DDHH no fuese suficiente para neutralizar "las intenciones coyunturales" de quien circunstancialmente ocupando el Estado decide saldar la deuda. La operación retórica es poner al gobierno en inferioridad frente a su propia materialidad estatal, ponerlo por debajo de la altura del Estado... para seguir erosionando al Estado, que es el verdadero blanco y enemigo. Un kirchnerismo que no está a la altura del Estado, y que deberá ser superado con una decidida acción de retracción estatal. También en esto se basa esta nueva denuncia de fraude para colocar al kirchnerismo en un lugar de usurpación. Es cierto, el kirchnerismo tiene una sobrecarga ideológica, digamos que en algunas cosas se ha tomado demasiado en serio la tarea. Y ése es su peligro. Ya lo dijmos alguna vez: el peligro de la política es que los políticos son pragmáticos para acumular poder y llegar, pero una vez que llegan... dejan de ser pragmáticos. (Menem creyó como nadie en el consenso de Washington.) Como decía el Tata Yofre: primero fueron por el oro, ahora van por el bronce.

Entre medio, no hay un solo relato ni apelación distribucionista de la oposición que ubique niveles mínimos de conflictividad social, nada se dirime dentro de la sociedad, todo está afuera, y, por el contrario, hay una especie de retórica técnica bajo la cual la distribución llega por el arte de magia de un gran salto universalista, civilizado, que acabará con el clientelismo automáticamente. Todo el empeño está en aprovechar la centralidad del gobierno (que es una de sus virtudes) para potenciar en ella esta dialéctica de lobos y corderos.

Bien, a pesar de todo, el kirchnerismo podría preguntarse acerca de por qué quedó del otro lado la palabra democracia. Del lado enemigo. Uno diría, a 25 años de su recuperación, y mirando desde el lugar posible en el que a uno le toca, que la democracia aparece como el derecho de la gente a que el Estado, y por ende la política, la deje en paz. Eso. No mucho mas. Hoy escuché una brumosa declaración de Moria subida a la moda y pueblo de Susana: que ni siquiera maten a los delincuentes, y que no los manden presos porque eso sale caro, y sale de los impuestos, no sé, que pase otra cosa, algo de lo que ni se entere. En el imaginario de Moria se hace visible de nuevo ese "no lugar" videliano, ¿no?, diría alguien que lee como loco las cartas abiertas. Algo de eso hay.

Es cierto, el kirchnerismo es una experiencia sin sujeto. Sí lo es de sujetados por intereses: UIA y CGT, la columna vertebral de intendencias activas (no sólo las del conurbano), mas algunos aliados que agregan capital simbólico decisivo. Pero no hay un sujeto. No. En todo caso enfrenta a un sujeto combinado entre ganadores de la economía agraria, con toda su fuerte tradición cultural, y una ciudadanía que encuentra siempre atado su vínculo de nacionalidad a ese universo agrario, a esa inmigración que llegó con una mano atrás y otra adelante, a algunos apellidos patricios que preservan su aura respetable. Una Nación sin pueblo, sería traducido con sintaxis revisionista, aunque débil para cifrar este tiempo.

Las plazas del otro lado, las plazas no politizadas, mas o menos numerosas, mas o menos afinadas, sí son capaces de contener a un sujeto histórico al que el kirchnerismo definitivamente le ha dado su razón de ser, y que el 19 y 20 de diciembre mostró en estado germinal. Se trata de la dicotomía con que el alfonsinismo (una gran máquina, quién lo duda) pensó para evangelizar a los racimos de jóvenes que surgían a la escena adulta aturdidos por las dos guerras (la sucia y la de Malvinas): Sociedad y Estado. Las dos preguntas vacantes: ¿cómo construir un Estado posible después del estado en el que había quedado reducido tras el proceso? ¿Y cómo reconstruir la sociedad después de lo que el Estado le hizo? Alfonsín eligió el camino lógico, aunque con sus bordes nocivos: construir la inocencia social. Alfonsín era el buen hombre del partido centenario adentro de un Estado todavía cableado. Hay una situación irreconciliable que el proceso engendró tocando ciertos extremos delicados. Redujo el Estado a una doble condición de superficie brillante de patio escolar y protocolo empresario-militar, con un sótano fangoso.

El kirchnerismo que intentó e intenta volver a poner a la sociedad en una situación política, diríamos, "clásica", se enfrenta con una sociedad difícil, incomprensible, extraña a sus propios aparatos de interpretación social. Se jugó a muerte por una interpretación del 2001, y en ese sentido, viene perdiendo terreno. Fue voluntarista e ingenuo, en un sentido que no lo exculpa ni lo hace irreversiblemente ingenuo.

Aún así, a pesar de eso, por todo eso, vale la pena. Cuando uno vive en una ciudad en la que el macrismo le niega una ley de expropiación votada por todos los bloques a una cooperativa, alegando que para eso tiene que actuar el IVC, y ese mismo año le recorta al IVC el 80% de su presupuesto, uno le pide a los amigos que hagan un bollito y se metan un poquitito en el orto los dilemas morales sobre este proyecto kirchnerista que no quiere ajustar, que no quiere volver a pedirle plata al FMI, y que encima quiere que los clásicos se puedan ver por la televisión pública.


(feliz cumple Franquito)

jueves, marzo 19, 2009

Ni el día ni la semana terminaron, quizás habrá mas. Pero para los entretiempos, dos textos de...

miércoles, marzo 18, 2009

Un día kirchnerista

Un día como hoy... pero qué día hoy. A esta altura de la noche se podría pensar que pasaron tres días en uno... Y no, pasaron tres hechos políticos para-todos-los-gustos que desbordaron un maravilloso día templado de un marzo que nos viene tratando bien: ya sacó sus garras el sol de nuestros hombros, y comienza ese gustito otoñal, a Guaymallén, a hojitas amarillas. Y sí. Cuando Ari Paluch giró su prédica zen para apuntar a quienes se suben a la ola de los famosos pero que a la hora de "la participación" se quedan en casa, pensé: la suerte ya está echada.

Apuntes:

- El cierre cansado y sensato de Rossi fue demoledor. Fue como decir: hace 9 horas que estamos calentándonos al pedo.

-¿Alguien dirá alguna vez que el kirchnerismo y sus modos, por debajo, dejaron colar, y por encima, impulsaron, una de las agendas mas progresistas y liberales de estos 25 años (como nos gusta situar ahora la escena)?

- El debate de los diputados "Desde Congreso", junto a una pequeña pantalla al costado con ciudadanos rodeando el mismo Congreso (o sea, también "Desde Congreso") reclamando seguridad, es el tipo de montaje que justifica por pura venganza una ley que, aún en sus versiones mas tibias, hará sangrar de lo lindo en el terreno que debe sangrar de lo lindo al grupo Clarín, monopolio inédito en el mundo, como decribió hoy Jotapé Varsky.

lunes, marzo 16, 2009

El fondo de la olla argentina...

Néstor corre en la cinta. Y ahora ni siquiera está claro que esto se hará, por-lo-menos-por-ahora (urgente: ¡ahora parece que se lanza!). Las negociaciones a veces se descubren, a veces se especulan, pero el sistema de creencias vinculado a la certeza conspirativa de que-todo-se-negocia, en mi humilde opinión, muchas veces se basa en un argumento casi psicologista: es mas tranquilizador pensar así, es mas tranquilizador creer en que no hay cabos sueltos, es mejor la escena permanente, una cinta de moebius por la que circula a toda hora la trama secreta de las cosas. Y no es inocente la metáfora: ¿qué hace Kirchner cuando no hace nada? Corre en la cinta. Que el director de un semanario político piense así es real, y necesario. La información, la clave, la trama tiene que estar "en algún lugar". Y en un altísimo porcentaje lo está. El problema es cuando todo aquello que concebimos como lo político se convierte en eso, es decir, en un sistema que produce mercancía política. La democracia es un sistema que aprendimos decididamente a la par que nos adaptamos a la economía mundial de mercado, sin mas sobresaltos bonapartistas ni populistas, quiero decir: cuando muchas veces jugueteamos con la idea de que la democracia mata al pueblo, lo pensamos bajo la circunscripción de algo que no ha sido respondido a la altura del enunciado, "la democracia es gris". Lo que podríamos, a esta altura, admitir como gris, es un campo infinito de negociaciones que, cuanto mas lejos caminamos en el tiempo democrático, mas nos aleja del parto violento con que esta democracia nació, mas nos aleja de la idea de que la democracia se jugaba entre el ahorro del tiempo y de la sangre en una decidida dirección, mas nos aleja de una idea evolutiva (que también la democracia entrañaba) de conquistas sociales, culturales y materiales a las cuales inexorablemente la humanidad (y arriba de ese elefante la Argentina) se dirigía. Las negociaciones políticas no son acuerdos de paz sobre una línea de tiempo bajo la que respira la conflictividad, la democracia no elige mas no ahorrar sangre. La democracia podría suceder en un extraño presente con tremendas fábulas de lucha material que incluyen, todavía, las de un relato nacional enclenque. Sin haber mutilado la lucha de clases, ni cualquiera de sus mutaciones históricas, pero sin subordinar su reloj de arena ni por acción ni por omisión allí. En ese sentido es que "el problema de la inseguridad" repare la atención masiva e incluyente como nada: se trata de la vida. La inseguridad sí podría ser un ítem de envergadura prepolítica, como dicen muchos. Nos matan, que el Estado mate, proteja, etc. Toda la concentración pública puesta en una de las primeras costuras de un contrato social, por decirlo de algún modo. Sólo podríamos decir que vivimos en una sociedad porque sí, y que nos aferramos a cauces ocultos, cuyas victorias o derrotas particulares le dan sentido a nuestras vidas. Esta podría ser una elección de este orden de cosas que no le cambian la vida a nadie, o a todos, pero que sí define un perfil de "conquistas" que en la era kirchnerista se pudo concebir. ¿Hallará un grupo de familias su lugar en el mundo, mas precisamente en la ciudad? Y es una pregunta que muere en su resonancia retórica, que contiene un sentido muy particular para un puñado de vidas, y que aún en el "azar" de un gran resultado, el resultado no asegura ninguna amplificación social. Cada cual, muchos o pocos, viven jugando en su campo concreto de lucha material. Pero si tuviese que medir lo que la democracia pone en juego diría que es la posibilidad del arraigo. Bueno, así se llamó el plan de Menem que, además de darle trabajo a tantos montoneros, permitía medir cuál era una de las metas de la política gris: decir que donde alguien estaba era ése su lugar. Una de las cosas que menos se ha estudiado de la última dictadura, que escapa -digamos- al fogwilliano "show del horror", es la política de erradicación de villas, impulsada por el inspirador Cacciatore. En la política violenta, autoritaria y audaz del finado se jugó una de las claves del proceso. Y básicamente para una porción enorme de habitantes de Villa Soldati y Lugano, por ejemplo, donde-Macri-gana, esa marca es LA marca que dejó la dictadura, para bien o para mal. "Yo me crié adentro de un basural, vos sabés, y de pibe vi cosas, vi cuando los militares bajaban gente y la mataban ahí, los ejecutaban, los prendían fuego. A la noche traían personas que seguramente secuestraban en algún lado, las arrodillaban, las ejecutaban, las rociaban, las prendían fuego, y al otro día las íbamos a ver, porque esperábamos que se hiciera de día, porque teníamos miedo que nos mataran también, porque ellos tiraban ráfagas para los yuyos. Sabían que había cirujas ahí adentro, éramos nosotros." Nadie nunca nada recogió de estas cosas que se-dicen-todo-el-tiempo en Villa Soldati, y cuando digo nadie no digo Macri, digo nadie de los organismos de Derechos Humanos pensó en que se podría investigar esta pista, ¿qué hay debajo de Parque Roca? Yo concibo a ese Parque como uno de los lugares mas intensos y centrales de esta ciudad. Es la gran obra democrática de esta ciudad. Quien quiere hacer una historia de la ciudad de Buenos Aires puede resumirla en una historia del Parque. Eso también explica un lugar inestable en el que los mismos derechos humanos han quedado. Los derechos humanos fueron cargados significativamente con los rastros singulares y políticos de las víctimas, para contraponer a la parábola laica de los dos demonios que dominó la década del '80, y terminaron por crear una zona excluyente de la memoria. La muerte fue policlasista para la dictadura asesina, pero se trata de pensar en cuánto queda por elaborar de los alcances sociales, geográficos y simbólicos de ese proceso. En las muertes no contabilizadas, en las "bajas del bajo pueblo", en las fuerzas vivas de un sentido común, en todo aquello que no podría ser incluido en el perímetro simbólico bajo el que hoy la memoria adquirió su status oficial.

En el centro de ese proceso hay una idea de ciudad. Que además ganó. La ciudad del proceso parió a la ciudad democrática, y es una cadena sin retorno.

Todo esto para prologar este brillante ensayo de Pablo Chacón.

La fiesta del paco
por Pablo E. Chacón

La fecha de las próximas legislativas está decidida: 28 de junio. Esta semana empezó con horario cambiado. Dormir más y mejor. Alimentarse (no sé si más) pero mejor. Ponerla más y mejor. En fin, todos esos estilos, pasiones y costumbres, si ganan en calidad, mejoran nuestra salud. También mejora nuestra salud dejar el tabaco, las drogas y el alcohol (cuanto mucho una copita de vino tinto o en su defecto, una aspirina, como nos enseña el maestro Sábato de los Santos Lugares: todo en su medida y armoniosamente). Así que es hora de cambiar. Y esta columna también cambia.

Escribe Roland Barthes: “Ha ocurrido un asesinato: si es político, es una información; si no lo es, un suceso. ¿Por qué? Podríamos creer que la diferencia radica en la de lo particular y lo general, o más exactamente entre lo nombrado y lo innombrado: el suceso o fait divers (al menos la palabra parece subrayarlo así) procede de una clasificación de lo inclasificable (…) Sólo empieza a existir allí donde el mundo deja de ser nombrado, sometido a un catálogo conocido; en una palabra, es una información monstruosa, análoga a todos los hechos excepcionales o insignificantes, es decir, anómicos”.

Anómico viene de anomia, concepto sociológico que, más o menos, ilustra el estado de ánimo de una sociedad: decepcionado, caído, sin iniciativa, susceptible de manipulación o estafa, eufórico para nada. Algo así. El consumo de paco provoca anomia, zombies callejeros, adictos, juventudes malogradas, corrupciones varias. El paco no es bueno. Es bueno preguntarse qué es el paco y por qué y quiénes lo pusieron de moda, porque entre otras cosas, el paco es un suceso argentino.

Digamos también que el paco es un suceso urbano, y que la ciudad que tiene la mayor cantidad de adictos a la sustancia es Buenos Aires y que el índice más alto de consumidores de paco no está entre los alumnos del Cardenal Newman (que tenía otras pasiones) sino entre los desafiliados sociales de segunda generación. Esos datos pueden rastrearse en diarios y revistas, en internet y en las páginas oficiales de las administraciones comunales y de los ministerios y secretarías nacionales con alguna competencia en la materia. El lector sacará sus conclusiones.

Dícese que del paco, en la patria existen cerca de 200 mil adictos: todo un mercado. Y que la mayoría de esos 200 mil, cometen delitos (no se sabe si bajo los efectos del paco o por abstinencia de paco) aumentando los riesgos naturales de vivir, la inseguridad y la consecuente necesidad de enrejar la propiedad privada. Por supuesto, no hay ningún estudio serio que pruebe que el consumo de paco empuje a violar mujeres, hombres o inclasificables agrupados en el rubro “otros”; tampoco a robar, asesinar, convertirse en marciano o lector del Financial Times.

Estudio serio excluye a la estadística, electoral o no.

¿Qué tendrá de atractivo el paco? ¿Qué cosa es el paco?

El paco es una suerte de diminutivo de la pasta base de cocaína. El diminutivo (y el mismo paco) son inventos nacionales. La pasta base de la cocaína es el resto que queda después del tratamiento de la hoja de coca por determinados precursores químicos, que en cantidades libera una sustancia pastosa que se deja secar y tratar otra vez hasta obtener el polvo blanco; lo que queda en el fondo de la olla es la pasta base. Esa pasta base, en los países productores (la Argentina no lo es) suele ser fumada mezclada con tabaco. Y es gratuita.

En los ochenta y noventa del siglo pasado, la pasta base que llegaba a Europa y a ciertas zonas del Brasil, acompañando a la cocaína de máxima pureza, popularizó otro producto que hasta entonces era monopolio de músicos o de una elite algo reventada: el speedball, una ampolla, para los amantes de la jeringa, que contiene heroína y cocaína, y es de alto impacto; las variantes de speedball para fumar o aspirar, existen también, pero alimentadas con pasta base. La pasta base de cocaína no es lo que se vende y se compra en las calles de las ciudades argentinas.

En algún momento, cuando la cocaína entró al mercado negro de las drogas locales, muchos preferían fumarla mezclada con tabaco. El embotamiento dura unos cinco minutos y según los especialistas y usuarios, pide repetición. Cuando la desregulación y apertura de los mercados, incluidos los negros, la droga blanca inundó el país; y muchos minifundistas empezaron entonces a buscar un modo de producción local, que se encontró (las cocinas del conurbano) y que como la mayor parte de la producción industrial local, es trucha respecto de la producción industrial importada, lícita o ilícita.

La cocaína es un negocio enorme, y de acuerdo a quien la controle, existirán o se disimularán desde las cantidades decomisadas hasta los tipos de tratamiento para las intoxicaciones. Las cocinas del conurbano armaron una clase particular de productor y de consumidor, sus alianzas específicas, y sus resistencias específicas; multiplicada la demanda, se impulsó una baja de la calidad de todos sus módulos: la pasta base de cocaína, en la Argentina es el paco, un producto no apto para consumo humano, que fríe los sesos más rápido que el doctor Lecter.

El paco es el fondo de la olla argentina, destinada a los sectores más vulnerables, de menos recursos, que se vende y administra por orden de una cantidad de personajes que se ponen la gorra para correr al fumón y se la sacan para liquidar al okupa o al desesperado por falta de horizontes y oportunidades de afiliación a un proyecto que los devuelva al universo de discurso. La estadística sirve para chequear cuáles son las ciudades más afectadas por la epidemia, quiénes las gobiernan, qué legislación regula y quiénes son los beneficiarios de los muertos que provoca inhalar o inyectarse tubos de neón picados mezclado con veneno para hormigas y formol, que eso es el paco.

sábado, marzo 14, 2009

A la bandera roja

Para quien conoce sólo tu color, bandera roja,
tú debes en realidad existir para que él exista:
quien estaba lleno de postillas está ahora lleno de llagas,
el jornalero se convierte en mendigo,
el napolitano en calabrés, el calabrés en africano,
el analfabeto en búfalo o perro.
Quien conocía tan sólo tu color, bandera roja,
está por dejar de conocerte, ni siquiera de vista:
tú que te jactas ya de tantas glorias burguesas
y obreras, hazte trapo otra vez y que el más pobre te agite.
(Pier Paolo Pasolini, Nuevos epigramas, 1958-59)

jueves, marzo 12, 2009

Llegó la Ley...

EL GOBIERNO DE KIRCHNER LANZA EL PROYECTO DE LEY DE RADIODIFUSION

El miércoles 18 de marzo, en el Teatro Argentino de La Plata, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner hará público el anteproyecto gubernamental de Ley de Radiodifusión.

Nací para cantar a Stalingrado

Mi amigo Federico Scigliano me decía hoy: al final queda claro que a los de la mesa de enlace lo único que les importa es la soja. Las retenciones a la soja. El problema es sojero. Se les puede dar todo, ceder en el trigo, la leche, el algodón, la carne, el hueso, etc., pero siempre la cara es de culo… Porque cada concesión "secundaria" parece alejarlos del nudo central. No habría que dividir entre pequeños, medianos y grandes productores, sino entre sojeros y resto del mundo. La cara de disgusto de Llambías, la otra noche, relatando las posibles soluciones a los productores de lana era un síntoma. Y sí, se lo veía que hablaba de algo "pensando en otra cosa". Algo de eso hay.

Un gran amigo me reprochó el post de ayer. Explico a la luz de su duda: a mi no me molesta que Kirchner putee a Clarín. El problema es que decir que Clarín miente, supone que hay muchos que creen que Clarín dice la verdad.

¿Cómo hay que pensar a Clarín? Y supongo que lo hago en un contexto donde no hace falta aclarar que no participamos de ninguna manera de cualquiera de sus presupuestos "éticos", ni cobramos de allí (al menos no nos enteramos de hacerlo). Mi duda es frente a los efectos del ataque en el lector de Clarín. Yo creo que ese lector no consume verdades, sino que lee un diario cuya conexión es mas difusa, menos comprometida “políticamente”, mas futbolera, de espectáculos. Quiero decir: Clarín se ha naturalizado.

No creo en la existencia activa de una lectura de “periodismo independiente”, esa corriente consolidada en los años ’90, en plena diversificación de Clarín. Claro, en el centro de la mesa del gran diario está, aparece como un símbolo, la versión decorosa de su “Argentina para armar”, un paraíso artificial en el living de los consensos, donde se "pica" al atardecer el asado frío del mediodía, y se charla con la mujer sensible del jefe, sobre los problemas sociales. Frente a esa mesa el gobierno es un energúmeno, y para esa mesa la historia debería ser, a los sumo, una guerra de almohadas. Pero a esa mesa van pocos.

El grupo Clarín, en aquellos años ‘90, tenía su ala de izquierda en TN, en los noticieros Telenoche y En Síntesis, y lo del diario tenía los modos templados de un partido Justicialista. No iba adelante, esperaba mas al último, aunque marcando sutilmente los signos del porvenir. De pronto: daba sus espaldarazos y el país conocía otra aurora.

Quiero decir: nosotros no tenemos las hipótesis venezolanas de conflicto, no las tenemos desplegadas, ni anidadas, y quizás, en parte, no las tenemos porque somos un gran país.

Las innovaciones y expansiones tecnológicas del Grupo se surtían con soportes políticos: la extensión del cable coincidía con que ibas a poder ver TN, sus Urgentes, sus denuncias de las cometas en legislaturas provinciales, marchas del silencio, etc. Ah... los años '90. Pero la sociedad del kirchnerismo, a pesar del INDEC y demás yerbas, no es una sociedad que se apoye en la percepción de “estar siendo engañada”, es una sociedad que se sabe con instrumentos para acechar al poder, y ese es quizás otro mérito del propio kirchnerismo. Una sociedad que mira todo de reojo. Donde Clarín fracasa es en la cancha opositora, en la articulación de una alternativa, y es ahí donde hay que golpear, en los incapaces políticos de encarnar sus anhelos: ¿Macri es republicano?, ¿Lilita es gris?. ¿De Narváez?

El kirchnerismo también tiene un ancla en la "percepción independiente" de las cosas, en la moda del desencanto frente a la política. Esta es una sociedad mas fría, mas egoísta, incluso, que la de los años ’90, en donde una idea de saqueo sombrío que llevaba adelante el poder, sobre todo en la segunda mitad de esa década, se hizo carne. Y después vino Solanas con sus películas ordenadoras de todos los "telenoche investiga" de esos años. (Y el itinerario de Moreno Ocampo es otro ejemplo distorsionado de esa revolución noventista: del juicio a las juntas a administrar justicia televisada, de los organismos de DDHH a las reuniones de consorcio.) Y con esa carne se hizo la Alianza, con la centralidad decisiva de la palabra “corrupción”, poner a la luz el universo de las conductas privadas. Pero hoy no. Hoy no hay huevo de la serpiente, ni convertiblidad de la que salir, ni "grandes misterios" que investigar.

Mi intuición es que lo que se siente es que Clarín no miente ni dice la verdad. Ponerlo, como me apuntaba Federico, a la altura “ideológica” de un Página 12 o La Nación, es un resbalón. Clarín sí es un centro de operaciones brutales, es poderoso y decisivo, pero lo es de una manera proporcional a su propia monstruosidad, y paradójicamente esto significa que tiene elegancia, contacto protocolar con su lector mas fino, porque sabe que paga sus traspiés, sus exabruptos ("la crisis causó dos nuevas muertes"). Las ofensivas de Kirchner le pueden hacer perder los estribos, pero no las ventas. Tiene fisuras y contradicciones, y, claro está, no es solo un grupo de medios, sino un bloque de intereses económicos diversos, con sus propias dificultades de articulación interna: también a veces se muerde la cola. Trabajar sobre la exposición de esa trama requiere de enérgicas sutilezas, de operaciones, de algunas acciones lícitas.

Pero también decir o saber lo que Clarín ES... no escandaliza a nadie, amén de la euforia del microclima militante. No escandaliza a una sociedad sobre la que la política construye uno de sus vitales exorcismos: el de creerla inocente. Se opera a veces -ingenuamente- con el imaginario de que decir que algo es "poderoso", influyente, determinante, significa denunciarlo, y ponerlo en crisis. Asís sigue pagando con ostracismo haber dicho "algunas cosas feas" de ese gran diario argentino durante la dictadura, y cuánto del aura maldita, menemista y turra que envuelve a Asís no proviene de ese mismo ostracismo. De ese imposible "blanqueo" en las páginas del diario. Clarín es el orden blanco.

Decir que miente es verdad, pero el efecto de la denuncia aparece como una subestimación de la credibilidad de la gente, y de las prioridades de la gente, y sobre la que sale a flote el propio Clarín, cuya prosa decantada podría sintetizarse de este modo: “perdón que lo jodamos, lector, con nuestra defensa propia, lo que pasa es que el gobierno no asume sus propios errores, y le echa la culpa a los demás, al periodismo independiente, o sea, a nosotros, que somos los mas poderosos de ese periodismo independiente”. Que Clarín es una "amenaza" es una buena síntesis que nos enfrenta a uno de los problemas políticos mas complejos, a la vez, de esta democracia. No son formidables guerreros en jeeps por Camino de Cintura, ni de este lado tenés al General Alais yendo a reprimir a pata. Una silenciosa nueva ley de radiodifusión es el único tiro de gracia, y, todo indica, que hacia allí iremos. Ojalá.

miércoles, marzo 11, 2009

El ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, Aníbal Fernández, no impulsa el consumo de drogas. Esto habrá que repetirlo: no impulsa el consumo de drogas. Para entender la cuestión, no es necesario hacerse kirchnerista o peronista, o ser su asesor, ni siquiera conocer la historia personal del funcionario. Fernández tampoco opera en tándem con Zaffaroni, villanos de una clase media, la argentina, ociosa, inculta y colaboracionista como pocas. Esa misma clase media que viajó a Miami, votó a Alfonsín, a Menem, a De la Rúa, a Kirchner y a Macri, ahora encantada con los tres mosqueteros y con el masserismo residual que representó Eduardo Duhalde, hasta que los vigilantes se cargaron a dos piqueteros. ¿Alguien se acuerda de Juan José Alvarez, Juanjo, el ex intendente de Hurlingham, ex agente de la side y ex ministro de Justicia de Duhalde? Ese señor, que imita a Tito Lusiardo, es uno de los operadores del sofisticado representante de las chacras, don Felipe Solá, aliado del actual jefe de Gobierno porteño, de quien si algo hay que decir (y habría que decir taaaaantas cosas), es que siempre fue coherente: siempre de derecha y siempre un obsesivo de las cuentas claras y las simplificaciones intelectuales. Pero volvamos.

Todo negativo

La Corte Suprema es una criatura del kirchnerismo. Un hijo mas. MEC alguna vez dijo que en la pelea con el campo hay algo shakesperiano: porque el kirchnerismo se pelea con su hijo agrario. Con su hijo chacarero, gordo angurriento, argentino hasta la muerte. Bueno, en esto no deja de haber una coincidencia azarosa en esa dirección: la Corte es el mejor hijo del hombre, pero no es un perro faldero. Semana de arena caliente, el verano se despide con el fervor entusiasta de quien ve venir un año movidito por pasiones veteranas. Ayer dormí de mal humor. La imagen caliente… ¿Alguien es capaz de decirme cuál es el rédito social (y político) de pelearte así con el grupo Clarín? ¿Alguien es capaz de decirme quiénes son los que odian a Clarín, y, en consecuencia, festejan esa bulla? ¿Por qué evitar la herramienta con que sí se podría modificar toda la estructura de medios de comunicación? ¿Por qué pelearse en el terreno en el que el otro tiene todas las de ganar? Pelearse en los medios con los medios. Para algunas cosas es tan ameno moverse en las sombras… La tonta idea de que toda crisis es una oportunidad siempre garpa: la crisis de la economía mundial debería ser una oportunidad de la política nacional. Mientras las mareas del mundo golpean el muelle sería interesante gestar un discurso de unidad nacional. Lo cual es, básicamente, poner la basura bajo la alfombra. Y sí. Ayer, como nunca, sentí esa vibración del destiempo de nuevo, ése timbre nestorista, ese aullido, “he visto las mejores mentes de esa generación…” Este es un triste contexto del mundo. El FMI reconoció haber descuidado a los países poderosos, tan ocupado estuvo en los que están en las vías del tren del desarrollo. Obama completa un escena tremenda para los ojos de los ingenuos como yo: el mundo puede ser horrible, aún gobernado por personas buenas. Ya no se necesita de un Hitler. Pero el combo de esta semana de mierda lo completa la “renuncia” de Riquelme. La que nos pone entre dos amores. Pero quizás al oficialismo en el que nos hemos fanatizado en estos años (en los que, obvio, nos hicimos mas viejos) nos hace extrañar la intemperie de las oposiciones. Yo en esta banco a Riquelme. Maradona debe producir una escena de estas características: mientras los millones de argentinos miran un partido, el señor Grondona, rodeado de asesores, y en línea directa con Bilardo, observa en un plasma los movimientos de Maradona. El país mira el partido, y ese gran político llamado Grondona mira a Maradona. Hemos soltado a la fiera. Yo hubiese aconsejado algo que es imposible: un partido cada veinte días. Amistosos, no sé, pero el pulso mediático impreso en la selección, la “maurovialización”, puede destruir aquello que, a pesar de todo, aún vemos con buenos ojos. Y por otro lado, nadie como Diego para conducir a esta banda, a esta generación, a Messi, hasta su ocaso, nadie como él para llevarlos de la mano por el túnel hasta la durísima realidad del lugar competitivo que tiene hoy la Argentina. La estructura entre Riquelme y Messi no parecía soportar mucho equilibrio. Y los tipos que son capaces de renunciar me gustan. Lo admito. Soy mas chachista que el Papa. Ahora bien… dudo de un equipo sin él. Lo juro. No se siente mi ánimo futbolero contenido en Messi. Es genial, sí,


pero Riquelme es pausa.

viernes, marzo 06, 2009

Como el viento voy a ver...

A mi no me cierra el argumento de los que dicen que no porque puede fallar, porque puede matar "inocentes". Porque esa parece una objeción técnica de la pena de muerte. Lo que sí pasa, me decía un amigo abogado, es que discutir la pena de muerte es discutir un elemento constitutivo de la justicia. Spinetta (y este es mi año spinettiano) es un hombre políticamente controvertido, no diría "incorrecto", aunque tampoco le caben las de la corrección pura y dura. Hace poco releí una entrevista hecha en una Crisis del '88, en el auge de las obediencias debidas... y su pensamiento era tan corto, tan elemental, tan narcisista. Y leí entrevistas anteriores, durante el retorno democrático, y la verdad es que su realismo a la hora de calificar a las "víctimas" del terrorismo estatal contrastaba fuerte con el cancionero de la época. Decía algo así: tampoco me vengan con que eran nenes de pecho, inocentes... Siempre me pareció que conjugaba una ideología libertaria (la peor versión del adolescente eterno rockero), ciertos aires liberales, un pesimismo tonto, y cierta sintonía fina con el híperrealismo argentino de las clases medias, pero con un gran ingenio para que todo eso parezca un gran pensamiento, y, en parte, lo era, lo es. Había una vez un mundo en el que teníamos las armas en la mano (¡y éramos libres!). Pero un día vino el hombre y me la pidió. Ese hombre se llamó Estado. Cuando uno lee que un par de chorros en casas de ancianos pelaron unos cables, mojaron la cama... y "empezaron" para saber dónde estaba la plata, para que los viejitos canten, uno es capaz de pensar que es mejor el monopolio del uso de la tortura legítima (el blues del terror azul), porque es mas fácil de controlar, de reprimir, de fiscalizar, de observar, de producir, etc. La pena de muerte es un debate de la democracia, incluso, mas allá del debate específico, jurídico, que lo envuelve. Hay que decir que no, con argumentos fuertes, idealistas. El Estado es un tipo ingrato. Sueña sueños mejores que la gente a veces. Y, además, no es el hijo bobo de todo pensamiento masivo. La objeción técnica acerca de la eficacia de la pena de muerte es superficial. Es para responder de apuro, a un notero vampiro que nos agarra en la boca del subte. ¿Alguien tiene un argumento mejor para decir no?

martes, marzo 03, 2009

Las instituciones no tienen inercia. Uno podría decir: solamente cuando hay sed de venganza hay justicia. El combustible institucional es la sangre. La sangre caliente. Qué país ese en el que a la oposición la mandaban a cantarle a Gardel a la justicia. ¿Te acordás? Pero ahora te mandan al parlamento. A porotear y rosquear. A medir qué sistema de lealtades y representaciones tienen esos tipos que treparon al palacio con la "sábana". Todo funciona por tracción a sangre. No quisiera ser Buzzi. Hoy no quisiera ser Buzzi. La diferencia "histórica" de los dirigentes de la Sociedad Rural es que éstos no sueñan con un premio mayor. No sueñan con ser gobernadores ni presidentes. Representan lo que están en condiciones de representar. En un momento como éste eso los hace mas vulnerables, son señores del viejo salón nacional que no ven la hora de volver a casa. En cambio a Buzzi, lentamente convertido en la pesadilla kirchnerista, le encuentro esos "modos" tan ceteá... esa síntesis bien articulada, de alguna manera toda la mesa de enlace parece depender de sus maniqueísmos retóricos. ¿Será recordado como el hombre de un tiempo? A pesar del abismo que los separa (y de las simpatías que cualquier lector atento intuye), digo, en un sentido casi formal, ¿no es como el Ubaldini de esta era? Claro que en aquellos años felices actuaba una dialéctica cuyo límite expresaron mejor los operadores radicales: fantaseaban con un "debate televisivo" entre Ubaldini y los radicales, donde la sociedad del rating emitiera su fallo. Lo que pasa es que venían de un éxito. Caputo se había comido de un bocado a Vicente Saadi. Llegó a decir Caputo algo así como que no podía tener mejor defensa que las propias intervenciones del viejo Saadi (tan caro a la memoria montonera). Si yo fuese niño, tendría fijada la cara de Buzzi como una marca de época.

En el año en que vemos una vaca y lloramos, mentir es un sentimiento.

domingo, marzo 01, 2009

"Mira que en el campo ya no hay por qué andar cubierto..."

Lo lindo de la lengua que da sus frutos. Así, el uso del vocablo “participativo”, agregado a cualquier emprendimiento, lo abriga de un aura bondadosa, porque pareciera que lo que se hace contempla “las voces de los otros”. Una idea coral de la verdad… una verdad, claro, p-a-r-t-i-c-i-p-a-t-i-v-a. Bueno, mas o menos así resurge el criticismo cristinista. O sea, el kirchnerismo crítico. La palabra crítico no salvará nada, pero da cuenta de un estado. De un estado, digamos, deliberativo. Pero bueno, para usos mas domésticos hice ley y sangre una de las mejores frases de mi madre dicha mientras me acercaba un café recién hecho por ella: “critiquemos que une”. Aunque se trataba de un sentido inverso: criticábamos hacia afuera. Y nuestro criticismo cretino es hacia adentro, es cetrino. Habría entonces que sostener otra zoncera: sólo se aceptan críticas constructivas. Aunque esas no unan taaanto. En el colmo de la redundancia podríamos decir: “no vale criticar sin propuesta”, una frase que podría decorar el estudio completo de “Argentina para armar”. Crítica constructiva debería ser un oxímoron. El que critica quiere ver sangre. Pero uno no pertenece a un proyecto, ni a una casta, ni a una clase, uno es un organismo vivo imantado por el temperamento inmaculado de la historia, ese billiken montonero. Como decía Asís: mi territorio es la lengua. Quiero decir: ¿Kirchner es el gobierno de los padres? Entonces, en la marea que nos ha devuelto al fervor y al optimismo, que nos hace creer que aún queda tela, ahí va una crítica cristinista y constructiva: que cada anuncio -si quedan...- sea en vivo y en directo de cara a la cámara. No que sea un acto en el quincho con 400 invitados que ya se sabe que van a aplaudir cualquier-cosa-que-se-diga. No. Porque eso es lo que pone en igualdad de condiciones a un acto oficial con un acto que hace el sector del campo. Eso te “sectoriza”, digamos. Cada cual muestra su tropa. Porque entonces quien mira el anuncio por televisión es un convidado de algo que ya tiene sus espectadores de lujo. No. A esos 400 el gobierno los tiene atrás, no adelante. Cristina debe poner su discurso a la altura crítica (¡otra vez la palabra!) de la crisis mundial. ¿Y hoy? El mejor momento de su discurso, después de un rato largo, vino cuando definió, digamos, “el campo de significaciones distributivo”, o sea, cuando dijo: el único que multiplicó peces fue Jesucristo. Ahí repartió un par de mazazos cuyo link hice con un recuerdo borroso: el del filme ese en que se rompen las peceras a palazos y los peces por fin cambian la libertad del encierro por la muerte. Hay un momento en que el discurso kirchnerista parece ser de una racionalidad frente a la que no hay discursos que oponer. Una total contemporaneidad.


Los hermanos se aman.